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Anti-música y escritura arrogante.

domingo, 28 de junio de 2009

**** De Los 67 Y Los 89 En Pugna ****


No tenía más cosas que hacer, era tarde igual y los árboles comenzaban a extender su sombra por todo el suelo. Era fácil reconocer el camino de vuelta, pero el alcohol ya había hecho lo suyo en el cuerpo, el dolor de cabeza estaba organizando la sala de baile para presentar su show, los pensamientos sólo se remitían a escasas frases que no tenían que ver con la solución para aquella situación. Pensamientos como "¿por que me cuesta tanto pensar, ya... última vez que tomo. No sé porque digo esto si sé que esta otra semana voy a estar en las mismas. Sería tan genial si ahora mismo estuviera en mi casa, descansando en mi cama... el sólo hecho de pensar que tengo que caminar tanto para llegar me hace doler la voluntad de poder. Insisto... nunca más, basta de ser tan irresponsable, mi edad no compensa mis acciones retrogradas y si sigo así, la adicción terminará por tomarme en sus brazos como el viento que corre todo el tiempo por mis alrededores sin yo darme cuenta".

Ya eran las 7:35:45 AM y las palomas comenzaban a volar hacia los altos techos de casas nuevas, techos que son la cuna de los rayos solares nacientes, aquellos que dan tanto calor como amor los gobiernos en general. Cada paso que daba era como un respiro en la vida de una tortuga, el frío era su único compañero que no dejaba de hablar sobre su vida, los buses pasaban por su lado mostrando la variedad de vidas que deambulan por este vasto espacio terrenal. Gente dormitando con la confianza de que su viaje es largo y no hay necesidad de estar despierto por tanto tiempo con tanto sueño en el cuerpo, gente escuchando música moviendo los labios como si estuvieran cantando para los sordos, gente jugando con su celular como una entretención para largos viajes, gente en la puerta trasera mirando hacia adelante, esperando el momento perfecto para pulsar el botón del timbre en la parada que le corresponde, gente conversando, frente a frente, mirándose a los ojos hinchados por el sueño que abunda en sus vidas diurnas.

Y seguia su camino, raudo como la velocidad de la justicia actual, su vida bohemia veía ignara la tentación por cambiar de una vez por todas, seguía su camino, raudo como el olvido de una ralción enfermiza, su vida bohemia veía como los lugares se conocen con los estados de conciencia alterados... Aquel perro no tenía casa.

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